Memento Mori

El otro día me cruzó por la cabeza uno de esos momentos en los que sientes todo el peso de la mortalidad. La gente normal los experimenta cuando entierran a un ser querido, o ven a sus hijos jugar en el parque mientras piensan que crecerán y seguirán viviendo sin ellos, o al contemplan las ruinas de imperios de siglos pasados.

A mí en cambio, me pasa al repasar mi biblioteca de juegos de rol.

El caso es que estaba revisando el Excel donde tengo llevo el registro de libros de rol y de las partidas que he echado de los mismo (sí que pasa, tengo un Excel para ello, obsesivo-compulsivo que es uno). Y así como quien no quiere la cosa se me ocurrió echar cuentas a ver cuánto tiempo me llevaría jugar esas  campañas que todavía no he jugado y que tengo en lista de espera.

Pues unos veinte años tirando por lo bajo. Treinta incluso. Y eso sin computar aventurillas sueltas (de las que tengo más de quinientas), y asumiendo un ritmo de juego regular (que es mucho asumir), y sin tener en cuenta las posibles campañas que quieran dirigir los amigotes.

Y la verdad es que uno ya tiene una edad, y aunque vivir otros treinta años no es nada fuera de lo común hoy en día, tampoco está garantizado (sin ir más lejos, mi madre no llegó a los setenta).

Así que estoy pensándome una vez más aligerar la biblioteca, desprenderme de esos juegos que sé que no voy a tocar en la vida, y establecer algunas prioridades lúdicas. Como eso que te preguntan en las empresas de ¿dónde te ves dentro de cinco años? Pues eso.

Ya tiene delito que lo que hasta ahora no he hecho con los planes de carrera profesional o de jubilaciones lo termine haciendo con los puñeteros juegos de elfos. Manda cojones.

Actualización 23/03: Apenas han pasado veinticuatro horas de la publicación de esta entrada y ya me estoy comprando otro libro que no sé ni cuando voy a usar. Si es que soy gillipollas.